martes, 27 de noviembre de 2012

Demasiada clase para sus vecinos: Dogs


Dogs - Too Much Class For The Neighbourhood (1982)

La internete que en los últimos años ha traído empresas como Hipermegacompuglobanet y grandes oportunidades a muchos grupos de música que han sabido aprovecharse convenientemente, no ha sido tan agradecido con otros que se formaron mucho antes de que esta tecnología permitiera bajar de forma bien continuada la producción laboral. Hace ya un tiempo contamos que NRBQ se veía perjudicado por un plan de defensa nuclear de la guardia civil que recibe el mismo nombre. Otros como los franceses The Dogs, directamente hacen que una consulta con cualquier motor de búsqueda para informarse de esta gran banda resulte una quimera. He aquí unos cuantos ejemplos de lo que consigue tras escribir su nombre en la Google: una web británica de carreras de galgo, un restaurante de Edimburgo, un enlace a una entrada de la Wikipedia sobre el Canis lupus familiaris, otra a la película Los Perros de la Guerra, una web de adiestramiento de perros en Missouri, una web para salvar a los perros, una web para odiarlos, una entrada a un grupo de Hip Hop que se llaman The Dogs, y por último, y bien avanzada el número de páginas, una web relacionada con el grupo francés de Dominique Laboubée. ¿Cómo es posible que Puturrú de Fuá, Nacho Vegas o Zapato Veloz tengan una información más accesible que The Dogs? Pues como una gran injusticia a uno de los mejores grupos que ha dado el Rock And Roll en los ochenta, muy especialmente en el país galo.

Los Dogs esperando al que les dijo que no perdían nada por contratar un seguro adicional

Naturales de la ciudad normanda de Rouen, comenzaron su andadura musical bien pronto, a principios de los setenta, como un grupo que basaba su repertorio en versiones de los Flaming Groovies, The Kinks, Standells, Pretty Things o la Velvet Underground. Adorables. Hubo que esperar hasta 1979 para que se produjera su primer largo discográfico: Different. Poniendo un nivel de exigencia alto (nivel agarrar la raqueta de tenis para tocar sus canciones) tres de sus álbumes me encantan: el propio Different, con un sonido acorde a la energía de un punk que vivía sus últimos coletazos, aunque más amplio de miras sonoras que la mayoría de sus coetáneos como demuestran los grupos que versioneaban en sus primeros años, sólo le falta un mejor sonido para que quedara completamente redondo, lo que hubiera significado más dinero para la grabación que no tenían; una muesca más a esta perruna lista sería Legendary Lovers, otro maravilloso disco de 1983 en el que el grupo se encuentra en pleno estado de efervescencia creativa con un tratado inmaculado de rock and roll e influencias exquisitas; y por último (aunque insisto, y mucho, podrían entrar más en esta lista) Too Much Class For The Neighbourhood, que no sé si será el mejor o no de su discografía, pero para mi humilde cuerpo es su favorito (me lo ha dicho en persona) tanto de su carrera como de innumerables álbumes de principios de los ochenta.

Siguiendo las oportunas indicaciones del señor Lobo, el roble es lo más elegante para una habitación

En todos hay un punto en común y diferencial: el indiscutible liderazgo de Dominique Laboubée, guitarrista, compositor y letrista del grupo, ya sea en el formato trío de su primer trabajo o ya como cuarteto en su formación más clásica, que precisamente se produce por vez primera en este Too Much Class, con Michel Gross como batería, Huges Urvoy de bajista y la novedad de Antoine Masy Perier como segundo guitarra. Too Much Class For The Neighbourhood aglutina todas las inquietudes musicales de Laboubée: el Rock And Roll, el Pop, la actitud del punk, New Wave, y todo ello confluye magistralmente en las catorce canciones del disco, donde todas son extraordinarias y no hay ni una, pero ni un nota ni un solo suspiro entre estrofas que no merezca la pena.

Es incuestionable que canciones como la que da título al disco, “Death Lane” o “Poisoned Town” son vitaminas básicas para cualquier amante del rock and roll que se precie. Como es un disfrute para los oídos que las influencias del Rhythm and Blues y el garage fluyan en canciones como “Gone Gone Gone” o “The Train Kept A Rollin”. La segunda línea del disco deja joyas nuevaoleras muy apreciadas por estos lugares como la apertura del disco de “Shakin With Linda”, la estupenda canción pop “Home Is Where I Want To Be” y esa maravilla de canción que podría escuchar en modo bucle llamada “The Most Forgotten French Boy”. En “M.A.D” se permiten el juego vocal con el único fondo de unos acordes de guitarra y golpes de charles. Catorce canciones sensacionales, sin nada de relleno, poniendo acento francés aunque siempre cantadas en inglés, puesto que a Dominique Laboubée no le gustaba nada cantar en francés salvo por imposición de la discográfica, propiciando seguramente encendidas tertulias en el intereconomía de allí para llamarle antipatriota.

Si los franceses hace tiempo nos quisieron traer la modernidad, la democracia, la libertad, un idioma más, y otras cosas que nos hubiéramos encargado de destrozar rápidamente formando un tumulto encabezado por Moe portando una antorcha, también nos hubieran traído la posibilidad de que los Dogs nos pertenecieran un poquito más. Afortunadamente los discos no entienden lo que son los Pirineos y a día de hoy podemos seguir venerando a Dominique Laboubée y sus secuaces, aunque sea desde el modesto terreno del culto musical. Tenían demasiada clase para este mundo, y la seguirán teniendo.

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martes, 20 de noviembre de 2012

Canciones más allá de The Posies: Jon Auer


Jon Auer - Songs From The Year Of Our Demise (2006)

Segunda entrada en menos de una semana (esto no lo recuerdan ni los más viejos del lugar, es decir, el próximo protagonista de un reportaje del telediario de Antena 3), y segunda entrada que tiene de protagonista a un miembro Posie, en este caso Jon Auer. Podríamos decir sin mucho temor a equivocarnos que a priori uno piensa en él como en el reverso, cara oculta de la luna, el lado con mermelada de la tostada, o el opuesto que quieran poner del bueno de Ken Stringfellow. Delgaducho, nervioso, estrafalario el segundo; más regordete, pausado y que pocas veces se queja en la junta de vecinos del que le roba la revista de Canal + del buzón el primero. No obstante ambos comparten numerosos proyectos musicales al margen de la tarea (reconfortante imagino) de estar en los Posies. Quizás en el caso de Jon Auer, los trabajos en solitario no han sido tan numerosos y con algo menos de enjundia que el protagonista de nuestra anterior entrada, pero no por ello están faltos de un talento que ambos se empecinan en demostrar en sus temporales divorcios musicales y cuando afirman que nunca hay que renunciar al seguro dental.

Auer esperando en el descansillo. Él es de Seattle, pero en el fondo hace lo mismo que los españoles.

En solitario, aparte de un par de EPs y singles, Auer sólo tiene un disco en solitario: Songs From The Year Of Our Demise. Realicemos un sentido suspiro melódico a favor de nuestro querido amigo de pelo rizado. Ya. Su primer y único largo en solitario abandona un poco el lado powerpop de los discos de los Posies para centrarse en terrenos catastrales más poperos e íntimistas. El título del disco no es muy optimista, y si bien es cierto que el tono general de las canciones navega de forma melancólica, propiciado por la suave voz del amigo Auer, tampoco se puede decir que el disco sea como el funeral de Kim Jong Il.

Jon Auer se muestra inspirado con el toque melódico del disco en sus ¡15! canciones y tres extras, algo cada vez menos frecuente en esta cultura tan nuestra de quedarse sin posibilidad de más rosquillas luego. Personalmente me quedo con la primera parte del disco, donde se encuentran las estupendas “Bottom Of The Bottle” con su guitarra acústica haciendo débil al oyente, “The Likes Of You”, “Four Letter Word” con dosis de piano y “You Used To Drive Me Around” que se alarga hasta los siete minutos de duración. Pasando el ecuador del disco se encuentra “Josephine” cuya historia trata de una abuela de Auer que nunca conoció debido a que su padre era adoptado. Trágica historia para taparte hasta los ojos y no salir de ahí en una semana. No podían quedarse fuera, aunque sólo fueran unas pocas, las referencias sonoras que más recuerdan los trabajos de Auer en The Posies y Big Star, “My Sweet Unknown” y “Sundown” son las que contienen el tono que esperamos y la cantidad idónea de “la la la la la las” que todo buen disco pop que se precie debería tener.

Jon Auer en un coloquio, decidiendo si es el momento de cambiar las bombillas de bajo consumo por las de LED. 

Aportar como curiosidad que la foto de la portada (si compras el disco y la despliegas verás que también está posando Auer) se capturó en “algún lugar de España” o como se llame ahora esta cosa en la que vivimos y pagamos impuestos recibiendo poco a cambio. Yo dudo mucho que hacer álbumes tan completos sea fácil, pero Auer, como un buen artesano, te hace creer que así es, para que cuando tú lo intentes lo único que consigas sea soltar desesperación e ira. Ira artística conceptual, por supuesto.

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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nuestros señores independientes favoritos: Ken Stringfellow




Ken Stringfellow - Soft Commands (2004)

Uno de nuestros indies favoritos, un término que me recuerda a otros personajes que circulan por la música mucho menos agradables que este flaco de lacio peluquín, es Ken Stringfellow. Un señor que pese a bañarnos en un concierto (para salvaguardar el horario de comida no diré de qué fluido de los que salían de su boca se trataba) es un individuo a tener en consideración en cada uno de sus trabajos  (y son muchos) en los que participa. A Ken Stringfellow tal vez le recuerden de un matrimonio ficticio con Selma Bouvier y de otros proyectos musicales como Lagwagon y White Flag (o música para montar en patinete), en Chariot, en los más recientes Disciplines, y en una de las debilidades de esta casa como son la Orange Humble Band. Y no acaba ahí la cosa...



Ken Stringfellow en una foto promocional de navidad para el Twister 


Seguramente ya sabrán que ha sido colaborador de Neil Young, de los Long Winters, de Mudhoney, de Snow Patrol, de Death Cab For Cutie, de Cecilia Ann, de los últimos años de R.E.M., en donde coincidió con el amigo de todo el mundo, Scott McCaughey, que le reclutó para muchos de los discos grabados bajo el nombre de Minus 5, entre los que destacan el muy recomendable Down With Wilco, grabado precisamente con Tweedy y el resto de canallas del grupo de Chicago. De lo que ya necesita de poca explicación es de su participación en la reunificación de Big Star que hizo Alex Chilton a principios de los noventa, y de The Posies. Este último su principal grupo desde que se le conoce en los territorios musicales, ejerciendo de colíder junto al regordete Jon Auer durante (y ya van) veintitantos años. No vamos a desgranar la discografía completa de The Posies porque ya es bien conocida, y en caso de no ser así ya puede usted empezar a correr a su tienda de cedeses o fuente de información más cercana y hacerse con sus discos, empezando por Frosting On The Beater y continuando por, por ejemplo, Dear 23 o Amazing Disgrace.



Revisando la chuleta del sombrero de "haga usted el nudo Windsor en sólo cuatro pasos"


Entre tanto trabajo, le ha dado tiempo a participar como guitarrista, bajista, teclista, productor o arreglista, pero si tuviera que destacar una faceta suya sería sin lugar a dudas su voz. Una garganta privilegiada que ha ido depurando a lo largo de los años alcanzando registros que harían temblar de emoción hasta el más machote de los presentes. Sin necesidad de gritar, como parece que es la moda actual entre los supuestos buenos cantantes, Stringfellow se explaya a gusto vocalmente en sus tres (cuatro con el que publicó hace escasamente un mes, Danzig In The Moonlight y del que todavía no he tenido el placer de llevarme a las orejas) discos en solitario.


A destacar entre ellos, Soft Commands, que no valoraré si es mejor o peor que el resto, pero el que a mi entender desatendido representa mejor al Ken cantante. Disco intimista, creado y grabado por las diversas partes del globo por las que se mueve tan inquieto personaje, ya sea por su Seattle natal, su domicilio actual en París o en Estocolmo. Con unos cuidados arreglos y momentos tan dulces como “Any Love”, “Let Me Do”, “You Became The Down”, “Known Diamond”, y hasta una especie de nana, “Je Vous En Prie”, con palabras en francés (suponemos bajo ardua investigación, que dedicadas a su parisina mujer). Tras pasar por los más variopintos instrumentos, Stringfellow se despide con una versión de “Down To The Wire” de Neil Young en su época buffalera. Es cuanto menos curioso, que la voz de un tipo tan huesudo, pueda envolverte tan cálidamente como una manta de lana tricotada por una abuela, pero así es.

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